Entrevista a Rosa Martha Zárate Macías
Defensora de derechos humanos y cantautora
Fotografía: José Luis Adriano |
Por: Luis Antonio Villalvazo
Nació en Guadalajara hace 72 años. Su infancia, adolescencia y sus primeros años de su juventud los vivió en el pueblo de Ameca, Jalisco. A los 19 años decidió entrar a la vida religiosa. Años más tarde, el destino la llevó a San Isidro, California donde, sin pensar encontró el rumbo de su vida. Llegó como maestra de primaria de una escuela católica y se convirtió en una luchadora social defensora de los derechos de los migrantes y en un profeta que canta la esperanza en un mundo sin exclusiones.
“En el verano de 1970 alguien tocó a la puerta del convento. Cuando abrí me encontré con un hombre que nunca ha visto. Iba en mi búsqueda. Era César Chávez, líder defensor de los migrantes. Sabía que tocaba la guitarra y me invitó a participar en una huelga de hambre que campesinos mexicanos iban a hacer en un parque el siguiente domingo. Le pedí permiso a mi superiora; ella me dijo que no, porque éramos maestras, no luchadoras sociales. Sin embargo, accedió y me acompañó”, comentó Martha Rosa descargando una sonrisa en su rostro como expresión de un recuerdo que lleva en su corazón.
Su participación en esta huelga fue la puerta a su nuevo estado de vida y a su nueva misión. Decidió dejar el convento para escribir su historia por los caminos de la vida. Su participación fue su carta de presentación. Mucha gente le aplaudió, pero otros empezaron a invitarla a participar en proyectos y experiencias destinados a defender los derechos de los migrantes mexicanos radicados en el valle de san Diego y san Bernardino, California. Se integró al centro “Padre Hidalgo”. Luego, fue la primera directora de la enseñanza católica en esta región. Y años más tarde, fundó la Asociación Civil “Librería del pueblo” que era librería ambulante que vendía libros. Es fundadora de la escuela de Ministerios de Pastoral integrada por seglares comprometidos con el Evangelio y la sociedad. Hizo el primer himnario de cantos propios para cada tiempo litúrgico.
"Hoy, radico en Colton, California viviendo con libertad y sencillez, con el compromiso de recuperar la memoria histórica ancestral de mi pueblo y con la esperanza de caminar todos juntos, sin que nadie se quede"
En 1985 su compromiso social se confirmó al ser parte integrante del Movimiento Indígena, del proyecto de Economía Alternativa y de la Red latinoamericana de Comercio Comunitario. “La vida me seguía dando vueltas. Cada día sentía que me hacía pueblo con mi pueblo. Hoy, radico en Colton, California viviendo con libertad y sencillez, con el compromiso de recuperar la memoria histórica ancestral de mi pueblo y con la esperanza de caminar todos juntos, sin que nadie se quede”, afirmó.
Entre pausas y silencios, moviendo sus manos fue tejiendo los hilos de su historia como promotora de Ceb. “Don Gilberto Chávez, obispo de san Diego, California fue el culpable, entre comillas, de mi inserción en este proyecto de Iglesia. Él me invitó a ser parte del equipo pastoral de la diócesis. Más tarde conocí al padre Clodomiro Siller y Jose Marins cuya experiencia y compromiso me ayudaron a descubrir al Jesús histórico. Luego, allá entre 1985, me tocó participar en el Encuentro Latinoamericano celebrado en Volta, Brasil. Ahí tuve la fortuna de conocer a Don Serafín Vásquez y a Pepe Sánchez. Regresé de este encuentro con el ánimo de promover las Ceb desde la catequesis infantil en los barrios de san Diego. En este camino continúo compartiendo mis experiencias y anhelos”.
Fotografía: José Luis Adriano |
Su don de saber cantar y tocar la guitarra es su tarjeta de presentación. La letra y música de sus más de 40 canciones encierran un mensaje tejido con los hilos del Evangelio y la vida, cantadas con su característico timbre de voz. Así lo comprobó en la celebración de apertura en Usmajac y en el núcleo congregado en el Seminario de Ciudad Guzmán.
Su opinión sobre este XIX Encuentro Nacional de Ceb dijo: “Me llevo en mi corazón una gran alegría, porque ha sido una experiencia y un espacio que ayudó a consolidar la conciencia sobre el quehacer histórico de los seglares como seguidores del camino propuesto por Jesús y como fermento de la sociedad. A mí me confirmó mi bautismo y me alimentó mi estilo de vida, mis opciones y compromiso. Felicito la buena organización y la sabrosa comida. Que Dios los bendiga”.