24 de julio de 2014, Tuxpan, Jalisco
La tarde de este jueves 24 de julio de 2014, en la última jornada de trabajo dentro del núcleo Tuxpan, de la Diócesis de Ciudad Guzmán, se planteó la imagen de “un árbol” para representar a las Comunidades Eclesiales de Base, que a pesar de las condiciones adversas que las rodean, siguen dando frutos en favor del Reino. Las CEB sumergen sus raíces en la realidad y se alimentan con la Palabra y el proyecto de Jesús, de esta manera, obtienen la vida y el impulso para seguir cumpliendo la tarea del anunciar y hacer presente el Reino de Dios; esto se manifiesta en signos concretos de vida comunitaria, y en el servicio y testimonio de hombres y mujeres comprometidos. El tronco es signo de la espiritualidad, es lo que une y articula la vida de la comunidad. Las ramas son los frutos, el resultado de todo el proceso de trabajo, de tener unas raíces profundas unidas a Dios y metidas en la realidad.
El padre Francisco Ibarra, iluminador del núcleo Tuxpan, explicó que la espiritualidad de las CEB tiene que estar marcada por el seguimiento a Jesús. Por tanto urge que los discípulos y discípulas den el siguiente paso, que es “transformar estructuras que no favorecen la vida digna”. Dos de las características principales que describió el padre sobre la espiritualidad de las CEB son: seguir las huellas de Jesús (curar, compartir con los más pobres, expulsar espíritus inmundos) y dejarnos arrastrar por el Espíritu para lograr un encuentro con Jesucristo. Para terminar nos invitó a vivir una conversión evangélica, que consiste en descubrir el rostro de Dios en los más necesitados.
En los momentos finales del encuentro se hizo presente el equipo coordinador de la sede Ciudad Guzmán: el padre José Sánchez y Yadira Díaz, de la secretaría nacional; la coordinadora diocesana de las CEB de esta sede: “Lupita Velasco”; y a un matrimonio de pastores presbiterianos, representantes del consejo latinoamericano de iglesias (CLAI). Después de su breve presentación, nos animaron y compartieron algunos frutos que han recibido de su vivencia en CEB.
Los participantes del XIX Encuentro Nacional presentes en este núcleo, en un momento de diálogo y reflexión, hicieron el esfuerzo por rescatar lo más importante de lo acontecido en los momentos de trabajo, y a partir del VER, PENSAR y ACTUAR, elaboraron una proclama que se compartiría con todos los participantes de la sede en la celebración final. Ésta remarcaba la consternación sentida ante “la espiral de violencia en todas las regiones del país”, entre las víctimas se mencionaron a las comunidades indígenas, los adultos mayores abandonados, los niños agredidos en su integridad y dignidad, los jóvenes marginados de los procesos de educación medio superior… esta situación, junto con las recientes reformas estructurales, según la proclama, constituyen un atentado a la dignidad humana. El texto terminaba exhortando a las CEB para que sean signo de esperanza y testimonio de seguimiento a Jesús: “queremos ser una Iglesia en la base, abierta, hermana y activa, que tenga como centro el Reino de Dios, que se involucre en las causas justas…”
Para dar cierre las labores del núcleo, satisfechos y fortalecidos por el trabajo, animados por un aroma a incienso que rodeó la celebración final, y movidos por algunos cantos se creó un profundo ambiente de reflexión donde se expresó: “queremos ser una Iglesia en estado de misión…” Además, escuchar a una sola voz el canto “camina Dios de los pobres”, se hizo eco de las opciones de las CEB que son las mismas de Jesús. Nuestros hermanos de la sierra, al “son de la danza Náhualt”, invitaron al resto de los participantes a unirse al simbólico baile y, al instante, algunos dejaron salir lágrimas. Como los campesinos cuando empiezan su labor, preparan la tierra y abren surcos para sembrarla, así meditamos la tarea que nos llevamos a nuestras comunidades.
Cada una de las regiones fue colocando frutos en un canasto y compartiendo su oración. Finalmente, compartiendo la luz de Dios tomada del cirio pascual, se imploró un corazón fuerte y grande para luchar, estrechando las manos como un signo de amistad y paz. Para terminar este momento se bendijeron los participantes unos a otros a manera de envió, y se compartió un pequeño obsequio: “La cruz de la evangelización” de Tuxpan, Jalisco, exhortando el Párroco del lugar, el padre Alfredo Hernández, a seguir en la lucha por transformar la realidad y hacer presente el Reino de Dios.
Redacción: Isela, Alfonso, Eduardo, Cashilda y Heriberto.