martes, 22 de julio de 2014

PROCLAMA FINAL

XIX ENCUENTRO NACIONAL DE LAS COMUNIDADES ECLESIALES DE BASE EN MÉXICO 

 
En el marco de la celebración de los 50 años del Concilio Vaticano II, las y los participantes en el XIX Encuentro Nacional de las Comunidades Eclesiales de Base (CEB), realizado en las sedes de: Monterrey, Puebla y Ciudad Guzmán del 21 al 25 de julio del 2014, saludamos al Pueblo de Dios, a las CEB de México y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

Reunidos más de 1800 delegadas y delegados de las 45 diócesis donde las CEB tenemos presencia, nos reconocimos Pueblo de Dios, que comparte su vida y anuncia con esperanza la acción de Dios en su caminar.

Con tristeza e indignación denunciamos que el sistema neoliberal consumista y globalizado promueve una cultura de muerte, que día a día toma mayor fuerza y violenta la vida de nuestros pueblos desde donde se levantan diversos gritos de niñas y niños agredidos en su integridad y dignidad, jóvenes marginados de la educación media y superior del país,  madres solteras abandonadas y víctimas del feminicidio, adultos mayores abandonados, comunidades indígenas saqueadas y exterminadas, migrantes centroamericanos violentados en su tránsito por nuestro país, desempleados obligados a migrar y entrar en el comercio ilegal por falta de oportunidades, profesionistas sin empleo, obreros explotados sin misericordia en sus trabajos y con salarios injustos, campesinos que sufren la comercialización injusta de sus productos.

Constatamos con rabia e impotencia la depredación progresiva de nuestro planeta, que causa la muerte de tantos seres vivos, y amenaza con la extinción de la especie humana, debido a la ambición irracional de unos cuantos.

Manifestamos nuestra inconformidad y rechazo rotundo al crimen organizado y a la violencia que causa muerte y dolor, que interpela nuestra indiferencia y apatía ante esta realidad.

Levantamos nuestro grito: ¡No a las reformas constitucionales que ponen en riesgo la soberanía de la nación! ¡No a la intervención de empresas extranjeras que planean saquear el país a través de la explotación de las minas e hidrocarburos, contaminando aire, tierra y agua! ¡No al maltrato y abuso a nuestros hermanos migrantes! ¡No a la violencia y maltrato de mujeres! ¡No a los casos de violación de menores y encubrimiento de algunos pastores en nuestra iglesia!

A través de las experiencias presentadas reconocemos que en medio de esta realidad existen algunos signos de esperanza que alimentan, desarrollan y fortalecen la vida: la organización de las comunidades, las experiencias comunitarias de proyectos alternativos de economía solidaria, de salud tradicional y alternativa, la defensa de los Derechos Humanos, las luchas contra los megaproyectos y en contra de la minería.

Como Pueblo de Dios, cimentados en su Palabra, las CEB sentimos con alegría que Dios ha estado presente en nuestro caminar. Reconocemos a un Jesús firme, que toma decisiones en favor de los pobres, hombre definido, con palabras y actitudes proféticas ante los poderosos. Él nos mueve a realizar la misión desde el pobre, por eso es nuestro compromiso seguirlo desde os hechos concretos que promueven la vida digna.

Las CEB, estamos llamadas a ser y hacer signos del Reino, comunidades articuladas desde las periferias existenciales y geográficas reafirmando una profunda espiritualidad de seguimiento a Jesús.

Iluminados por las decisiones y opciones de Jesís, asumimos el compromiso de segurilo, quien con su estilo de vida marcó un camino para anunciar y hacer presente el Reino de Dios. Por esto, asumimos como pobres, la opción por los pobres.

Nos sentimos llamados y llamadas a salir al encuentro de los excluidos, y a encontrarnos con los nuevos rostros de pobres del mundo de hoy: madres solteras, jóvenes, niñas y niños, migrantes, familias desintegradas, la madre tierra, hijas e hijos atrapadas/os en la prostitución, el alcoholismo y la drogadicción.

Guiados por el Espíritu, nos comprometemos a ser una Iglesia en la base, en salida, misionera, en constante conversión y solidaria, cuyo centro sea el Reino de Dios: a vivir una espiritualidad de seguimiento, para proseguir su obra, perseguir su causa y conseguir su plenitud.

Las CEB, unidas a otros grupos religiosos y organizaciones sociales de buena voluntad, nos comprometemos a enfrentar los problemas y a participar en las luchas justas de nuestros pueblos atendiendo a los signos de los tiempos.

Pedimos a nuestro Padre-Madre, que guíe nuestros procesos comunitarios para avanzar en nuestra identidad de Pueblo de Dios.

Madre del Evangelio viviente danos la santa audacia de buscar nuevos caminos para que la alegría del Evangelio llegue a los confines de la tierra y ninguna periferia se prive de su luz (EG 288).

A los 25 días del mes de julio de 2014