XIX ENCUENTRO NACIONAL DE LAS COMUNIDADES
ECLESIALES DE BASE EN MÉXICO
En el marco de la celebración de los 50 años
del Concilio Vaticano II, las y los participantes en el XIX Encuentro Nacional
de las Comunidades Eclesiales de Base (CEB), realizado en las sedes de:
Monterrey, Puebla y Ciudad Guzmán del 21 al 25 de julio del 2014, saludamos al
Pueblo de Dios, a las CEB de México y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
Reunidos más de 1800 delegadas y delegados de las 45 diócesis donde las CEB tenemos presencia, nos reconocimos Pueblo de Dios, que comparte su vida y anuncia con esperanza la acción de Dios en su caminar.
Con tristeza e indignación denunciamos que el sistema neoliberal consumista y globalizado promueve una cultura de muerte, que día a día toma mayor fuerza y violenta la vida de nuestros pueblos desde donde se levantan diversos gritos de niñas y niños agredidos en su integridad y dignidad, jóvenes marginados de la educación media y superior del país, madres solteras abandonadas y víctimas del feminicidio, adultos mayores abandonados, comunidades indígenas saqueadas y exterminadas, migrantes centroamericanos violentados en su tránsito por nuestro país, desempleados obligados a migrar y entrar en el comercio ilegal por falta de oportunidades, profesionistas sin empleo, obreros explotados sin misericordia en sus trabajos y con salarios injustos, campesinos que sufren la comercialización injusta de sus productos.
Constatamos con rabia e impotencia la
depredación progresiva de nuestro planeta, que causa la muerte de tantos seres
vivos, y amenaza con la extinción de la especie humana, debido a la ambición
irracional de unos cuantos.
Manifestamos nuestra inconformidad y rechazo
rotundo al crimen organizado y a la violencia que causa muerte y dolor, que
interpela nuestra indiferencia y apatía ante esta realidad.
Levantamos nuestro grito: ¡No a las reformas
constitucionales que ponen en riesgo la soberanía de la nación! ¡No a la
intervención de empresas extranjeras que planean saquear el país a través de la
explotación de las minas e hidrocarburos, contaminando aire, tierra y agua! ¡No
al maltrato y abuso a nuestros hermanos migrantes! ¡No a la violencia y maltrato
de mujeres! ¡No a los casos de violación de menores y encubrimiento de algunos
pastores en nuestra iglesia!
A través de las experiencias presentadas
reconocemos que en medio de esta realidad existen algunos signos de esperanza
que alimentan, desarrollan y fortalecen la vida: la organización de las
comunidades, las experiencias comunitarias de proyectos alternativos de
economía solidaria, de salud tradicional y alternativa, la defensa de los
Derechos Humanos, las luchas contra los megaproyectos y en contra de la
minería.
Como Pueblo de Dios, cimentados en su
Palabra, las CEB sentimos con alegría que Dios ha estado presente en nuestro
caminar. Reconocemos a un Jesús firme, que toma decisiones en favor de los
pobres, hombre definido, con palabras y actitudes proféticas ante los
poderosos. Él nos mueve a realizar la misión desde el pobre, por eso es nuestro
compromiso seguirlo desde os hechos concretos que promueven la vida digna.
Las CEB, estamos llamadas a ser y hacer
signos del Reino, comunidades articuladas desde las periferias existenciales y
geográficas reafirmando una profunda espiritualidad de seguimiento a Jesús.
Iluminados por las decisiones y opciones de
Jesís, asumimos el compromiso de segurilo, quien con su estilo de vida marcó un
camino para anunciar y hacer presente el Reino de Dios. Por esto, asumimos como
pobres, la opción por los pobres.
Nos sentimos llamados y llamadas a salir al
encuentro de los excluidos, y a encontrarnos con los nuevos rostros de pobres
del mundo de hoy: madres solteras, jóvenes, niñas y niños, migrantes, familias
desintegradas, la madre tierra, hijas e hijos atrapadas/os en la prostitución,
el alcoholismo y la drogadicción.
Guiados por el Espíritu, nos comprometemos a
ser una Iglesia en la base, en salida, misionera, en constante conversión y
solidaria, cuyo centro sea el Reino de Dios: a vivir una espiritualidad de
seguimiento, para proseguir su obra, perseguir su causa y conseguir su
plenitud.
Las CEB, unidas a otros grupos religiosos y
organizaciones sociales de buena voluntad, nos comprometemos a enfrentar los
problemas y a participar en las luchas justas de nuestros pueblos atendiendo a
los signos de los tiempos.
Pedimos a nuestro Padre-Madre, que guíe
nuestros procesos comunitarios para avanzar en nuestra identidad de Pueblo de
Dios.
Madre del Evangelio viviente danos la santa
audacia de buscar nuevos caminos para que la alegría del Evangelio llegue a los
confines de la tierra y ninguna periferia se prive de su luz (EG 288).
A los 25 días del mes de julio de 2014